El resultado de nuestras acciones pueden convertirse en el peor de los errores o en la lección más desgarradora y dolorosamente aprendida de tu vida.
En junio, tuve una conversación que me dolió con una persona de la que supongo que siempre he esperado más… sus palabras, tan sórdidas y rudas me recordaron que no soy más que la chica con la que puede pasarla bien de vez en cuando.
Al día siguiente era el cumple de Hache, pasamos el día en “familia” si es que así todavía nos podemos llamar. Realmente ya no lo somos ni nunca volveremos a serlo. Al día siguiente recibo un mensaje suyo: “vamos por un café, el día está bonito”… ¿Por qué no? ya nos estamos llevando mejor, al menos ya no discutimos… además, ver a D, es recordar que siempre habrá alguien que me conoce tanto que ni siquiera tengo que decir nada. Es tener una conversación sobre política, deportes, negocios, literatura o cualquier cosa, pero sobre todo, es recordar que sigue siendo mi familia. Todavía ese día lo era.
No fuimos a un café, fuimos a un bar cerca de su casa, que también es cerca de la mía. Hubo un flirteo, muy a su estilo. Terminamos por muchas razones, pero la intimidad nunca fue una de ellas. Recordé el mensaje… y pensé: “ok, solo es sexo con alguien con quién estuve unos 13 años”. ¿Qué podría pasar?
Dos semanas después mi calendario se retrasaba… pero, ¿A qué mujer no se le retrasa una vez en su vida? pues a mí. Soy de esas mujeres absurdamente regulares. Pero soy asintomática… solo pensé: “estoy en medio de una campaña, estoy bajo demasiado estrés…”, pero espera: “mis senos se ven más grandes, ¡qué maravilla! pero, ¿Por qué me siento cansada todo el bendito día? obvio, trabajo 24/7… pero, me duele el vientre… me veo en el espejo. Todo parece ir normal. Diez días después pensé que no era normal, llamo a mi mamá: “no quiero alarmarte, pero creo que estoy embarazada”. Llamo a Génesis, le digo lo mismo. Ambas solo me dijeron lo mismo: “ve hoy mismo y me llamas para saber cuál es el resultado”.
Estaba en medio de una campaña, en medio de tres eventos en Venezuela con mi proyecto, esto no puede estar pasándome a mi. Ni siquiera quiero estar embarazada o peor aún, no quiero tener un hijo con D.
Pero no podía seguir esperando… fui a una clínica cerca de mi casa. Ya le había dicho a D de mi retraso, lo noté muy tranquilo para ser él y su aversión por los bebés…. la hora más larga para esperar los resultados.
Por fin, un sobre que no quería abrir delante de la recepcionista porque honestamente no tenía ni idea de que iba a pasar. Salgo de la clínica. Abro el sobre: positivo.
Mi corazón se detuvo por una milésima de segundo. Y no sé si fue el shock o qué, pero iba caminando lentamente sin saber que sentir… sentí ganas de llorar y me temblaban las manos.
Luego vino una extraña calma… “estoy embarazada”, ¿Cómo es que me siento hoy tan guapa?
Llamo a David. “Estoy embarazada”. “No puede ser, yo no quiero esto”. Pensé que estaba viviendo un deja vú. No le hice caso. Me volvió a llamar: “Tienes que abortar”… solo le dije: “No sé que voy a hacer, pero ya que me dejaste claro tu postura, eres la persona con la que menos necesito hablar ahora”.
Estaba a punto de dar una sesión de innovación política y no se lo había dicho a nadie… lo di todo. Terminó la sesión. Llamé a Génesis, lloramos… salí ese día de mi casa a tener una de las mejores citas conmigo misma que he tenido. El día era hermoso, el cielo estaba de un azul que me gusta mucho. Fui a comer a mi restaurante favorito, fui de compras, fui a la librería, de regreso a casa pasé por una tienda de jugos y pedí un delivery de jugos saludables para tomar en las mañanas. No sabía que iba a hacer, pero sabía que ese día, ese momento, iba a cuidar de mí y por ende de él…. más bien ella. Siempre pensé que era ella.
Tenía la sensación de que iba a ser una niña. Y me sentía mejor que nunca… bueno, no tan bien. Me enfermé mucho y todos los síntomas que te puedas imaginar, todos los tuve. Cuando fui con mi ginecóloga pudo mostrarme el embrión que básicamente no podía ver porque creo que solo los médicos ven una cosita tan pequeña. Pero también me mostró un hematoma. Tenía amenaza de aborto. Podía deberse al estrés, a que estaba muy delgada, en fin… debía ir la siguiente semana. Ahora eran dos hematomas. No podía hacer ejercicio ni tener estrés ni emociones fuertes.
Dejé de entrenar, solo caminaba. Todos me preguntaban que iba a hacer… no lo sabía, o sí… la verdad es que nunca me había sentido tan empoderada como en ese momento de mi vida. No me importaba nada más. Daba igual si D no quería estar presente. Daba igual todo lo demás. No puedo explicar el sentimiento, pero nunca me había sentido tan empoderada y tan radiante como en ese momento.
Siempre pensé que era el momento para hacer las cosas mejor. Dicen que elegimos a nuestros padres, sigo preguntándome porque Valentina eligió a D como padre…
Las discusiones con él eran cada vez más intensas… pasaban las semanas y solo decía algo más grande que la semana anterior. Cada discusión me hacía sentir demasiado estrés, demasiada ansiedad y demasiada rabia. Pero sentía el dolor físico de esa rabia… intentaba calmarme. Respiración consciente. Meditación guiada.
La felicidad de los primeros días fue disminuyendo por alguna razón, empecé a sentirme deprimida y no tenía energía para nada… solo quería dormir, dormir mucho.
Llegó esa semana… el lunes volví a tener una discusión que fue para mí causante de todo. D es de esas personas que todo lo resuelve con dinero, pero es que se le olvida que esa carta no la puede jugar conmigo. Hache se había enterado ya… no pudo ser mejor apoyo para mí… nunca me había sentido tan conectada con él como desde ese momento. Me cuidaba, me protegía… sabíamos que sería una bebé: Valentina.
Compré un boleto de avión. Sabía que iba a nacer en Madrid. Sabía que estaría todo bien… pero llegó el viernes. La noche anterior había recibido un mensaje de D diciendo que no quería estar en nuestras vidas. Intentaba respirar y calmar la molestia para que la bebé estuviera bien… no podía sentir rabia, necesitaba cuidarme. cuatro días antes había escuchado su corazón, latía como una guerrera. Decía que era una cereza con corazón. Era de ese tamaño…
Empecé a sentirme muy mal. Tenía mucho dolor, me asusté tanto… empecé a sangrar. Estaba tan asustada que llamé a David: necesito que me ayudes. Mientras venía llamé a mi doctora, no me contestaba. Fui a la clínica cercana… estaba teniendo un aborto. Sabía que tenía que calmarme pero la rabia desde hace días era incontenible. Todo estaba siendo injusto. El país donde estoy tiene leyes rigurosas sobre el aborto, por lo que los médicos evitan involucrarse par evitar ir a la cárcel. Además, al ser un país altamente machista, se asume que la mujer está intentado abortar, por lo que ella es quién más corre el riesgo de ser detenida y enviada a la cárcel. Nadie me quiere atender, me ayudan a conseguir una ginecóloga que me atiende por WhatsApp. David seguía sin estar. Me dice: te voy a enviar unas pastillas para que abortes desde casa. Mi cabeza solo daba vueltas, ¿Acaso no pueden salvar a la bebé? no me dicen nada…
Me envían las pastillas como si realmente estuviésemos haciendo algo ilegal… nada de esto se siente bien, pero sobre todo, me pregunto por qué me siento tan sola… me dan instrucciones. David todavía no llega y vive a cinco minutos de mi casa. No quiero tomarme las pastillas. Me dicen que es la única opción que tengo. Lloro porque sé lo que va a pasar… me tomo la primera tanda, media hora después empieza a hacer efecto y empiezan las contracciones… esto es una mierda. El dolor es insoportable. Las contracciones por aborto son peores que cuando tienes un parto. Siento que me voy a morir… me empieza a dar fiebre, temblores, escalofríos, esto definitivamente no está bien. Pienso: he escuchado a las activistas pro aborto pedir el aborto legal y seguro pero, ¿por qué nunca he escuchado hablar del procedimiento y todos los efectos de las pastillas abortivas?
David llegó. Me trajo jugo y un helado… no podía decirle nada porque sabía que estaba feliz de lo que estaba pasando… intenta calmarme, pero no podía calmarme porque el dolor era inmenso. Siento que necesito ir al médico, pero ya me dijeron que no puedo. ¿En donde estoy? esto es peor que la prehistoria.
Cada tres horas debía ponerme cuatro pastillas debajo de la lengua. David pasó unas horas y se fue porque tenía mucho trabajo. Hache estaba en casa de sus abuelos y Berlín en la guardería. Estoy sola. Mi mamá me acompaña a la distancia. La peor experiencia es sentir un dolor físico inmenso e inevitable, un dolor emocional que sabía que todavía no sentía porque el dolor físico no me daba espacio a más y el verme sola en casa…
La fiebre no podía subir a 39…. me medía la temperatura cada tanto… no podía dormir, no podía descansar, no podía comer, no podía hacer nada… pasaron otras tres horas… sabía que no había nada que hacer. Estaba en shock… sabía que en algún momento iba a perder realmente a Valentina… omg, no quiero ver esto… en algún momento sentí que me quedaba dormida y la fiebre me despertó… seguía teniendo contracciones y esta vez fueron tan insoportables que realmente pensé que me iba a morir. Necesitaba ir al baño… fue automático. Cuando salió, la fiebre bajó por completo y todos los dolores… me habían dicho que evitara ver algo… pero soy yo… no podía no verlo. Yo que soy la persona más asquienta que podrás conocer, lo tomé con mi mano y la vi… un saco transparente con la forma de un bebé que debía seguir creciendo dentro. Solo pensé que su corazón dejó de latir… solo pensé: esto no lo voy a olvidar jamás…
Llamo a David, se había ido de fiesta… wtf? ¿En serio esto está pasando? mientras yo estoy pasando por la peor experiencia de mi vida, muriendo de dolor físico y emocional en mi casa, él está rumbeando. No sabía como sentirme al respecto. Tenía algo más importante en lo que pensar.
Acababa de perder a Valentina. La perdí para siempre.
Me quiero morir y estoy sola. D está rumbeando. Estoy en un país que detesto. Todo esto está mal.
Hoy se cumple un mes. Y nada está bien. Recordar duele. Es media noche, no he dormido bien, ayer estuve en emergencias por un dolor que he tenido esta semana, estoy en la sala como todas las noches, veo las rosas blancas que compro para ella. Intento que Hache no me escuche llorar.
Valentina me cambió la vida pero sobre todo esta experiencia, la peor que he vivido. No solo por la forma en que la perdí y las razones: un estrés y exceso de rabia… sino porque D fue la persona más hijo de puta del mundo y jamás podré perdonarlo por eso. No lo veo desde ese día, pero tampoco veo a su familia. Creo que todos son cómplices de un verdugo y no puedo seguir soportando la injusticia. Hache ha sido tan leal a Valentina que no ha querido ver a D ni a su familia paterna… jamás pensé que él se alejaría de ellos.
No sé como vivir después de eso… llevo un mes sintiendo dolor y rabia y un profundo odio que intento canalizar de una mejor manera, pero te mentiría si te dijera que le deseo lo mejor a él.
Leo un texto de Jaime Anderson, es sobre el duelo: El duelo, he aprendido, es solo amor. Es todo el amor que quieres dar, pero no puedes. Todo este amor no usado se acumula en las comisuras de los párpados, en el nudo en la garganta y en esta parte vacía de tu pecho. El duelo es solo amor sin un lugar a dónde ir.
Por eso duele. Me siento caer. Sufro muchísimo. Siento la oscuridad y sin embargo nunca el sol ha brillado tanto. Estoy alejada del mundo. Trabajo para no sentir. Gasto mi dinero para no sentir. Romantizo mi vida para no sentir, pero es inevitable. Todas las noches vuelvo a ese día.
Por eso cambié de look. Y aunque me siento diferente, sigo sintiendo el mismo dolor. No se va… mi mamá dice que va a pasar. No quiero que pase. Ese dolor me recuerda que no lo quiero a él en mi vida. Que no quiero a nadie que no me valore. Que no quiero a nadie que me quiera de a ratos. Que no quiero a nadie que me use para pasar un buen rato o para darle consejos sabios, no quiero a amigos falsos, no quiero a alguien que no intente ver más allá de mi físico.
No quiero nadie que me trate como una novio trofeo. Tenía claro todo lo que le iba a enseñar a valentina y creo que solo cuando sabes que tienes la responsabilidad de cuidar de una niña, puedes empezar a romper el círculo de patrones violentos. Sufrir un aborto es una experiencia compleja y dolorosa, pero vivir violencia en ese mismo momento… eso sí que es otro nivel de experiencia que no le deseo ni a la peor de las personas.
Si esa experiencia no me cambia, no sé que más pueda hacerlo. Por eso ya no intento demostrarle nada a nadie, porque en el fondo sé que no soy la misma y yo solo sé la razón.
Te debo esto baby V. No me bastará la vida para agradecerte lo que me diste en casi tres meses de existencia en mí. Te honro y te amo. Mi cereza con corazón.
M.