Transparencia
La transparencia va unida a la elegancia, quiza un poco a la simpleza. Ser transparente es no ser nada más que eso. Que ya es.
No hay más transparencia que aquella que no se ve, que nos traspasa, nos deja con la boca abierta y los ojos cerrados. La transparencia es un poco como la vida. A veces engaña.
Pero es real, como las ausencias, los sueños, las despedidas o el dolor. Es mirar desde el otro lado sin necesidad de sentir esa angustia de querer saber qué hay detrás. O si en realidad hay algo. Querer quedarse ahí. Lo demás, el resto, ya no importa.
Hay en la transparencia algo de final, quizá porque en algún momento debió ser principio. Dejarse intuir, ensayo y error.
También hay algo de dramático allí, escondido, e incluso algo más, como una ventana al infinito a la que asomarse para respirar de nuevo.
Podría engañarte…, pero no nos engañemos.
Las apariencias nos hacen ser de una manera o de otra. Yo elijo de otra, pero, claro está, no sabrías cuál sería. Mientras, yo… te quiero en la medida de lo imposible.
Te cuento esto porque eso intento, ser transparente. Serlo implica también poner límites.
Encuentro mucha paz en hacerlo, sobre todo, en saber que hay quienes los aceptan como si se tratara de algo sencillamente normal.
La transparencia también es esa compañía que no sabías que necesitabas pero que cuando la conoces no quieres dejar ir.
Con la transparencia he descubierto que hay personas que con su presencia anulan toda ausencia anterior, la del ahora y un poco la del ayer.
Se convierten en ese continuará y, aunque duela…, en realidad deja de importar poco a poco.
M.