Todos tenemos un precio.
Estamos en el momento de la historia en el que más oportunidades tenemos de hacer practicamente, literal, todo lo que nos provoque. No lo digo yo, lo dicen los sociólogos (que de hecho soy), lo dicen los analistas sociales y lo dicen todas las personas que se han molestado en ver más allá de sus narices.
Del mismo modo, estamos en una etapa de la vida en la que pese a todas las condiciones económicas como la recesión, la pandemia, las tasas de inflación, la crisis de desempleo y un largo etc., tenemos las oportunidades para diversificar nuestros ingresos.
Aquí estoy de acuerdo con la frase que dice que una persona no tiene la culpa de nacer pobre, pero si es culpable de morir pobre. Siendo abogado del diablo, es necesario destacar que hay personas que no tienen oportunidades y esa es la gran diferencia entre alguien que sube en el escalafón social y alguien que permanece en el mismo lugar. Pero no es de esto de lo que voy a hablar porque es el factor principal, pero no es el único.
Para subir en el escalafón social, la ambición es importante, la determinación, la disciplina y unas enormes ganas de buscar oportunidades pero también hay algo de lo que mucha gente no quiere hablar y es de la percepción del dinero.
Existe un estigma hacia las personas que tienen dinero, ya sea porque sean ricas de nacimiento o porque están en la búsqueda constante del dinero. Tenemos una idea errada de que buscar dinero, ser ambicioso o querer ascender socialmente es una persona en el lado oscuro de la fuerza.
Este es uno de los argumentos centrales de la película The hunger games: the ballad of songbirds and snakes.
Snow, un joven con apellido reconocido pero pobre, se permea en el Capitolio, les hace creer a sus compañeros que es tan rico como ellos y finge su estatus social.
Primera clave: para serlo, hay que parecerlo.
Snow tiene un propósito claro: ser el estudiante número 1 para ganar un premio y poder sacar a su abuela de la pobreza. Esa es la motivación superficial, la visible. Pero Snow demostró a lo largo de la película que tenía puesto los ojos en la meta.
Segunda clave: el propósito es lo que nos mueve y nos motiva a despertarnos todas las mañanas.
Snow se enamora. Como todas las personas, de hecho rompe las reglas por esta persona. Se arriesga por ella. Cuestiona el status quo. Pero algo pasa. Claramente tienen visiones de la vida. Snow no deja de pensar en su meta. Ella se convierte en un dilema. Pero la verdad es que nadie puede negar su verdadera naturaleza. Aquí el serlo y parecerlo no es tan claro. Puedes fingir que eres bueno, pero eventualmente demostrarás tu verdadera cara. Esto pasó con Snow y Lucy Gray. A lucy Gray no le gustó tanto esta versión de Snow y este terminar resumidamente por sentir que las cosas que más amamos son las que nos destruyen.
Tercera clave: es inevitable: el amor puede ser tu bendición o tu destrucción.
Fnalmente, Snow regresa al Capitolio por todo lo alto. Tuve que traicionar a su mejor amigo y sí, aquí podemos cuestionarlo otra vez… pero nuevamente: Snow nunca dejó de pensar en su meta.
Al preguntarle por segunda vez qué son Los juegos del hambre y quién era él. Su frase final es: yo soy el vencedor.
Cuarta clave: te conviertes en lo que construyes día a día.
Snow es uno de los personajes más odiado de esta saga. Pero esta película tiene tanta profundidad que es imposible negar lo bien hecha y la excelente construcción del personaje.
Durante toda la película se plantea el dilema de si los seres humanos somos bondadosos y buenos por naturaleza o si somos egoístas y salvajes, somos depredadores.
Las personas tienen miedo a decir lo que verdaderamente piensan. Ayer que dije mi respuesta a esta cuestión, alguien me respondió diciendo que como toda verdad, es impopular.
Validó mi respuesta aunque sé que jamás podría decirlo públicamente
Snow es juzgado por ser ambicioso, romper las reglas, traicionar a su amigo, querer crecer y aparentar algo que no es.
La verdad es que todas las personas aparentamos en algún momento, todas traicionamos y todos ambicionamos algo. Negarlo, es negar nuestra existencia pero sobre todo, creerte la narrativa de que somos buenos.
Somos naturalmente egoístas. Somos depredadores y la más cruda verdad: todos tenemos un precio. Puede que no has estado en un escenario en el que tengas que probar esta teoría, pero eventualmente lo estarás.
Así que la próxima vez que te veas juzgando a una persona excesivamente ambiciosa, una persona que persigue constantemente al dinero o que tiene una meta muy clara y parece no importarle nada más, piensa que tu eres parte del ciclo de la vida: la persona incapaz de tomar las decisiones, la conformista o probablemente la típica persona feliz que tiene un estilo de vida rutinario y es perfecta porque equilibras la sociedad. Eres la clase media o baja que la sociedad necesita para que los ambiciosos hagan justo lo que hacen.
M.